Macron sigue en el Elíseo sin lugar para triunfalismo

Macron sigue en el Elíseo sin lugar para triunfalismo

La Francia olvidada optó por el mal menor, dejando afuera a la extrema derecha

Era el presidente de perfil liberal o el caos oscuro de la ultraderecha. Esa casi obligación de votar por él dejó un espasmo de rencor resignado. Y el movimiento de Le Pen se reformó por toda Francia.

Francia renovó el domingo el mandato del presidente Emmanuel Macron motivada por dos movimientos contradictorios: el desamor y el miedo. Desamor ante una gestión que no cumplió con las expectativas y cuyo perfil reformista liberal chocó contra la situación inestable de millones de personas. Miedo por el adversario que enfrentó, la líder de la extrema derecha Marine Le Pen. Al final, con Le Pen como adversaria, Macron entró dos veces en la historia: la primera fue hace cinco años cuando, con menos de 40 años, sin partido ni pasado político y ni siquiera un aura pública Macron ganó las elecciones presidenciales por encima de los partidos de gobierno, Los Republicanos (derecha) y el Partido Socialista. Ambos se han convertido hoy en dos despojos políticos mientras que el macronismo, lejos de ser un paréntesis o un accidente como lo calificaban sus adversarios, sigue su camino. Avanza, eso sí, en un territorio político desolado y compartimentado en tres espacios: el centro liberal, la ultraderecha y un resto de la izquierda (Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon) que se salvó del gran naufragio programado. La segunda vez fue este domingo, cuando volvió a vencer a Marine Le Pen.

 

Un momento inédito, pero también cargado de temores tormentosos. Fue, en todo caso, una victoria electoral donde no hubo triunfalismos sino una modestia organizada para no volver a dar la imagen de arrogancia que tantas antipatías le ha costado. Macron fue electo sin desbordes entusiastas como si el peligro real que representaba una victoria de la extrema derecha hubiese sido colectivamente reelaborado en una mezcla de resignación y sabiduría. Era él o el caos obscuro de los ultras que vienen avanzando por toda Europa. Esa casi obligación de votar por Emmanuel Macron dejó un espasmo de rencor resignado. Cero opciones incluso para los electores para los cuales Macron o Le Pen era dos malos con distinto perfil.

 

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